lunes, 22 de diciembre de 2008

Este es un post sobre el cual tengo algo más de año meditando para finalmente escribirlo.

En realidad tengo todo este tiempo identificando en mí aquellas cosas que me llevan a ser quien soy y quien no quiero ser.

Ciertamente he pasado por una etapa de transformación y madurez importante en mi vida, he logrado avanzar en algunos aspectos que me tenían estancado emocionalmente, he logrado madurar sobre muchas cosas que antes veía de manera diferente a como las veo ahora, pero mas que todo, me he dedicado todo este tiempo única y exclusivamente a mi para conocerme, para saber que me hace ser quien soy y aquello que me disgusta de mí mismo y así tratar de cambiarlo.

Gracias a este tiempo logré identificar un sentimiento, si es que así se puede llamar, que repudio mucho en las personas cuando lo percibo e identifico pero que luego de cierto tiempo descubrí que la razón principal de mi repudio se debe a que muchas veces lo manifiesto en mi mismo y no me doy cuenta de ello. Ego!

Indudablemente para mí y para todo el que vea mi vida desde un plano exterior soy una persona exitosa, en su mayor parte porque he, a una corta edad, alcanzado muchos logros profesionales, materiales, económicos, educacionales y por que no… también sentimentales. Me doy cuenta que muchas veces tengo (o tenemos) la tendencia a utilizar todos estos logros para satisfacer nuestro propio conciente y subconsciente, para hacernos creer que vivimos una vida que nos satisface plenamente, no solo para creernos nosotros mismos el cuento de que eso es lo que hacemos sino también para venderle la idea al resto del mundo de que es así.

En cierto modo eso no esta mal, sino buscamos la autorrealización, superación y autoreconocimiento de nuestros propios meritos nunca llegaremos a valorarnos y estimarnos, el problema está en donde se pasa esa delgada línea que existe entre autoestima y egocentrismo, donde queda un lado y donde el otro, cuando dejamos de ser humildes y nos convertimos en unos ego trogloditas que necesitamos llenarnos más y más de logros y de restregarlos al mundo y a todo aquel que nos conoce para satisfacer nuestro propio “yo” y perder toda la sencillez que en su sana expresión es la que nos hace ser verdaderamente valiosos.

Es que el ego es tan dañino que nos termina nublando la visión, nos termina cegando y aislando de la realidad, terminamos gracias a él construyendo un mundo de mentiras que aunque verdaderas no nos dejan ver el panorama cierto de cómo ocurren las cosas, nos convierte en personas intolerables e insoportables ante las demás, termina siendo el epicentro de nuestros días y no deja que aprendamos a identificar lo bueno de lo malo, no nos deja ver nuestras verdaderas virtudes y lo mas importante, nuestros verdaderos defectos para poder trabajar en ellos y cambiarlos. Nos encierra en un globo de realidades inventadas gracias a la satisfacción de nuestro propio cuento egocentrista, se convierte en una carrera de ratas que luchan día a día solo por alimentarlo más y más, en fin; nos hace totalmente diferentes a lo que de verdad somos y perdemos la esencia de esa maravilla de disfrutar y dejar que los demás disfruten de nuestra propia personalidad.

Si bien antes me consideraba una persona con poca autoestima pero mucho ego, hoy en día trabajo día a día por revertir esa balanza y creo y espero poco a poco lograrlo.
"Nací para vivir, Viví para Crecer, Crecí para Envejecer, Envejecí para Morir"
F. de Rojas

No hay comentarios: